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REFUGIO PARA EL DÍA
DE LA IRA


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*en la ira acuérdate de la misericordia
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En el año 410, luego de infructuosas negociaciones con el emperador romano Honorio que había huido a Ravena, Alarico, el rey visigodo, entró en Roma con sus huestes. Esta fue la fecha que la historia recoge como la de la caída del otrora imbatible Imperio Romano (aunque el Imperio Romano de Oriente perduró 1000 años más). A Alarico le correspondía según la costumbre el "derecho" al saqueo, que incluía ejercer la violencia, el asesinato y la violación de los habitantes de la ciudad tomada. De hecho en el 385 A.C. Roma había sido tomada por los celtiberos que pasaron a cuchillo a los senadores y a todos los que encontraron a su paso. Pero esta vez nada o muy poco de eso ocurrió ¿Qué había pasado? Poco antes de la invasión el obispo de Roma, Inocencio I, fue al encuentro de Alarico y obtuvo de él la promesa de que los templos cristianos y quienes se refugiaran en ellos serían respetados. Citamos crónicas históricas:

“En la noche del 24 de agosto del afio 410 la puerta Salaria se abrió a los visigodos. Alarico concedió el beneficio de inmunidad a las iglesias cristianas, y tanto cristianos como paganos se acogieron en ellas al derecho de asilo. San Agustín atribuyó a Cristo la moderación del saqueo: «La bárbara inhumanidad se mostró tan mansa que escogió y señaló las basílicas más capaces para que se acogiese y en ellas el pueblo se salvase, donde no se matase a nadie, de donde nadie se sacase a la fuerza, adonde los enemigos compasivos llevasen a muchos para su liberación, de donde los sañudos enemigos no pudiesen sacar a nadie para la cautividad». El saqueo duró tres días. El 27 de agosto Alarico evacuó la capital, llevándose entre otros rehenes a la hermana de Honorio, la bella Gala Placidia”.

Y la hermana del emperador Honorio – Gala Placidia - posteriormente se casaría con Atalfo, cuñado y sucesor de Alarico, es decir: fue respetada en todo. Este episodio es un magnifico ejemplo de la misericordia en medio de la ira. Dice Habacuc 3:2 “en la ira acuérdate de la misericordia”. Hoy vivimos días que preceden a la Ira de Dios sobre la tierra. Serán días terribles. Dice Isaías 2:10-12 refiriéndose a ese día:

"Métanse entre las rocas,
cúbranse de tierra,
escóndanse de la presencia
terrible del Señor...
La mirada arrogante de la humanidad
y el orgullo humano serán humillados.

Ese día sólo el Señor será exaltado.
Isaías 2:10-12

Palabras que pueden aplicarse también al juicio sobre la orgullosa Roma. Pero lo que viene a cuento en esta anécdota preciosa es que, al igual que en el día de la ira sobre la orgullosa Roma hubo lugares en donde acogerse, también ahora, para zafar del terrible día de la Ira venidero, tenemos a disposición un lugar de refugio. Y no por intermediación del obispo de Roma sino por la de Jesús - el Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec - ante su Padre. Ese día habrá aquellos que querrán “esconderse entre las rocas y cubrirse de polvo” porque no soportarán la irresistible majestad de YaHVéH. Pero también estarán los que ya se cubrieron con la Roca de salvación. Refiriéndose a estos últimos dice Colosenses 3:2-3:

“...vuestra vida está escondida
con Cristo en Dios."
Colosenses 3:2-3

Cristo es nuestra Roca de salvación, nuestro pronto socorro en ese día (1 Tesalonicenses 1:10). Hoy hay quienes quieren ponerse a salvo de los terribles acontecimientos en Japón, huyendo de allí. Pero pronto sucederá algo similar en los EE.UU. y habrá desastres en todas las geografías del planeta, además de violencia urbana, persecuciones y guerras. Es el orgullo del hombre el que está siendo juzgado en todas las latitudes. ¿Adonde huir entonces? ¿Como conseguir un lugar de refugio? Tampoco con dinero se podrá comprar esa salvación extrema:

"Ni su plata ni su oro
podrá librarlos en el día
de la ira de YaHVéH,
pues toda la tierra será consumida
con el fuego de su celo"
Sofonías 1:18

Solo en el monte Sión, la congregación de los primogénitos que han sido lavados con la sangre del Cordero, hay refugio para el terrible día que se abatirá sobre la humanidad (Sofonías 1:18). Este es la congregación de los redimidos de todas las épocas y la "basílica de refugio" de este postrero día de Ira:

"...os habéis acercado al monte de Sion,
a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial,
a la compañía de muchos millares de ángeles,
a la congregación de los primogénitos
que están inscritos en los cielos,

a Dios el Juez de todos,
a los espíritus de los justos hechos perfectos,
a Jesús el Mediador del nuevo pacto,
y a la sangre rociada que habla mejor
que la de Abel."
Hebreos 12:22-24

Y allí nos salvaremos de esta muerte y la cambiaremos por vida eterna en la presencia de Dios:

"pues en el monte Sión…estará la salvación,
tal como el Señor lo ha prometido.
Los que él ha escogido
quedarán con vida.”

Joel 2:32:

¡Aleluya!
*
*misericordia extendida

Pero en este episodio de la toma de Roma por el visigodo Alarico - un día de ira y juicio al orgullo humano - hay algo que parece indicar que la misericordia de Dios se ampliará en ese día terrible que viene sobre la tierra. Se dice en todos los relatos con claridad que aun algunos impíos fueron llevados a las basílicas de refugio por los invasores (seguramente movidos por Dios):

“¿Acaso no es verdad que odian el nombre de Cristo aquellos mismos romanos cuyas vidas perdonaron los bárbaros por reverencia a Cristo? Son testigo de ello las capillas de los mártires y las basílicas de los apóstoles, las cuales, en aquel saqueo de la ciudad, recibieron en su seno a los que en ellas buscaron refugio, tanto a los suyos como a los ajenos.”

Dios siempre realiza una obra misteriosa que no se acomoda a nuestros padrones. Es posible que los impíos que fueron llevados a las basílicas de refugio ¡por los bárbaros! fueran del tipo del “ladrón bueno” que luego de una vida extraviada recibió al Señor cuando estaba muy cerca de su último aliento. Porque es lógico suponer que los impíos que fueron llevados por fuerza a las basílicas de refugio, luego se convirtieron al Cristo que odiaban. Como ha sucedido con muchos que han venido a Él luego de negalo con obstinada necedad. Incluyendo, tal vez en primer lugar, el mismo apóstol Pablo.